Novela coral - La república era esto

cómo escribir una novela coral

Cómo escribir una novela coral

"La república era esto", o el arte de tejer historias entrelazadas

Una novela coral es una novela escrita por varios personajes que tienen un nivel de protagonismo equiparable. A través del ejemplo de la novela La república era esto, del autor egipcio Alaa Al Aswani, vamos a analizar cómo escribir una novela coral.

Pero antes de eso quiero contarte la historia de cómo llegué a esta novela tan poco conocida y, sin embargo, a mi juicio, imprescindible.

Si no te interesa cómo la descubrí y quieres ir directo al grano, aquí abajo te dejo el índice para que no te demores:

INDICE

Cuando empecé a estudiar cómo escribir novela, con el acompañamiento de un novelista de la talla de Juan Gómez Bárcena, sabía que quería utilizar mi experiencia como estudiante de árabe en El Cairo, donde estuve entre 2003 y 2004.

Se me ocurrió una historia sobre una ejecutiva que iba a gestionar un hotel de lujo a Egipto y a la que le pasaban todo tipo de peripecias por el choque cultural, pero mi profesor me preguntó qué tipo de transformación iba a sufrir la protagonista y no supe qué responder.

¿La protagonista tiene que transformarse?

Pues sí, es crucial que se transforme, me enseñó, porque si no, no sería una novela, sino un conjunto de anécdotas.

Entonces quise cambiar de protagonista. Se trataría de una profesora de español a la que mandaban a la facultad de filología de El Cairo (la misma en la que había estudiado yo). Ella llegaría llena de prejuicios, pensando que iba a cambiar a los que ella consideraba unos retrasados, y terminaría por entender su cultura y darse cuenta de la riqueza que ella estaba ignorando por culpa de su soberbia.

Mejor, ya podía ponerme a escribir, tenía el esqueleto de la historia. Pero, al narrar, no solo mi protagonista empezó a cambiar, sino que el intercambio con sus alumnos, y la situación histórica que estaba viviendo Egipto, también provocaron cambios en los propios estudiantes. Dios mío, la novela se me estaba yendo de las manos. En mitad de la escritura tuvo lugar la primavera árabe.

Me acuerdo de que yo estaba sola en un hotel de Algeciras, entonces trabajaba en cooperación hispano-marroquí (de algo me habían servido mis estudios de árabe) y tuve que pasar la noche en aquella ciudad para coger el ferry a Tánger al día siguiente.

Encendí la tele para pasar el rato y vi la plaza Tahrir abarrotada de jóvenes que gritaban:

¡Abajo Mubarak!

¡Dios santo! ¡Mi novela se hacía realidad!

Se me nublaron los ojos al ver aquel sueño de tantos Egipcios, por fin, ocurría en sus calles.

Desde entonces, y cada día, seguí de cerca los acontecimientos, vi caer al dictador que tan imposible había hecho la vida de mis amigos (la mía no, porque los extranjeros tenemos otro estatus en Egipto) y lloré de alegría. Pensé: éste tiene que ser el final de mi novela.

Pero claro, yo no entendía bien lo que había ocurrido ni cómo tuvo lugar.

Así que decidí escribir a los jóvenes de la revolución, ingenua de mí. Pensé: si han hecho todo esto a través de Facebook, seguramente podrán leer mi mensaje y contestarme. Tal vez pueda hacerles algunas entrevistas.

Pero nadie respondió. En vez de eso, en televisión, vi cómo las manifestaciones pacíficas se convertían en batallas campales. Después, la cosa se complicó con ataques a las iglesias coptas. ¿Qué tenían que ver ahora los coptos?

Llamé a mis amigos, ellos tampoco entendían gran cosa, todo era muy complicado y peligroso, al parecer, estaban desapareciendo jóvenes revolucionarios, algo se había oído acerca de torturas, todo muy oscuro.
Así no puedo escribir yo nada, pensé.

Y abandoné la novela.

Necesitaba escribir sobre algo más cercano, algo que pudiera entender mejor. Lo bueno es que todas las técnicas narrativas que había aprendido con ese primer borrador ya las tenía bien engrasadas para acometer la escritura de La doble B, pero eso es otra historia.

Y ahí quedó la cosa con Egipto. Me enteré por las noticias de que, no se sabe muy bien cómo, algo que ver con el apoyo de un partido llamado los Hermanos Musulmanes, llegó al poder otro dictador más férreo y sangrante que Mubarak, Abdelfatah El-Sisi, un comandante, que sigue aún haciendo desaparecer a todo el que le contradiga.

Pero un día, dando un taller de escritura creativa en una biblioteca de Las Palmas, conocí a una chica que también había estudiado árabe en El Cairo y me recomendó La república era esto, de Alaa Al Aswani.

A medida que iba leyendo se me iban abriendo más los ojos: ésta es la novela que yo quería escribir. Sentí un gran alivio por haber sabido retirarme a tiempo ya que nunca lo habría podido hacer como él. Su autor es un periodista que vivió la primavera árabe en primera persona y que ahora está exiliado en Francia por sus críticas al régimen de Al-Sisi.

No sé qué me maravilló más, si entender por fin la historia de lo ocurrido (por dura que sea) o la forma en la que lo narra, a través de una multiplicidad de narradores que te permiten ver todas las caras de un conflicto nada sencillo.

Vamos a ver, ahora sí, las características de la novela coral a través de esta novela egipcia.

Características de la novela coral

1. Visiones diferentes, un tema común

Es decir, una novela coral no podría ser una novela en la que hay cuatro protagonistas y cada uno cuenta una historia diferente. No, en la novela coral todos los personajes tienen que estar relacionados de una manera o de otra con la historia central. En nuestro ejemplo, el tema es la revolución de Egipto. En otra novela coral, como Patria, de Fernando Aramburu, el tema es el conflicto vasco y, en concreto, un atentado que tuvo lugar y del que vamos conociendo a todos los personajes que tuvieron alguna relación con la víctima.

2. La variedad y la riqueza de los personajes

Lo peculiar de este tipo de novelas son las distintas perspectivas que ofrece de un mismo hecho, por lo que no tendría sentido que los personajes se parecieran entre sí o tuvieran opiniones parecidas. Cuanto más variados sean sus puntos de vista, mejor. En el caso de La república era esto tenemos:

  • La visión del general que orquesta toda la estrategia para que parezca que la revolución va a tener lugar y coger desprevenido a todo el mundo.
  • Dos jóvenes que creen en la revolución y se entregan tanto a ella, como el uno al otro, con todas sus consecuencias.
  • Un personaje muy interesante, un actor desencantado de la vida que no tenía ilusión por nada y que encuentra en la revolución su razón de ser, de romper barreras.
  • Un hombre que, en su día fue comunista, que luchó contra el régimen y sufrió unas torturas que le hicieron tirar la toalla y no creer en la posibilidad del cambio.
  • El hijo de su compañero comunista es otro de los personajes, que trabaja en una fábrica y, como ocurrió en la realidad, lidera desde ahí el inicio de la revolución.
  • El jeque que unió fuerzas con los militares para proporcionar, a través de programas en televisión, todo el aparato intelectual-religioso que convencería a los egipcios de que doblegarse era lo mejor.
  • La novia del jeque, una trepa de lo más peligrosa, que siempre supo ponerse del lado del poder.
  • La hija del general que, gracias a que estudiaba en la universidad, entendió las razones de la revolución y quiso apoyarla, en contra de su padre.

Como ves, hay una multiplicidad de perspectivas que hacen muy enriquecedora la lectura.

3. Diferentes narradores

No es algo obligatorio, pero sí se suele usar para ayudar al lector a identificar a cada personaje con un tipo de narrador y para que así también cambie la perspectiva. Se escriba como se escriba, es muy importante que cada personaje tenga unas características bien diferenciadas para que el lector sepa, en cuanto empiece a leer, de quién se está hablando. Así lo hace también Alaa Al-Aswani en La república era esto:

  • La historia del general es narrada en tercera persona, lo que nos permite ver sus luces pero, sobre todo, sus sombras.
  • El actor nos cuenta su forma de ver Egipto desde una primera persona sincera y descarnada reflejada en sus escritos, que luego pasa a tercera persona para que podamos entender cómo ha llegado el personaje hasta ahí.
  • La historia de amor de los dos jóvenes se narra de manera epistolar, es decir, que sabemos cómo transcurre gracias a las cartas que se mandan el uno al otro. Sólo por esta historia ya merece la pena el libro.
  • El jeque de la televisión es narrado en tercera persona, lo que nos muestra sus contradicciones más profundas.
  • Lo mismo para la novia del jeque, la vemos ascender en la escala social del régimen gracias a sus argucias desde una tercera persona que muestra la realidad más dura de los que se han acostumbrado a sobrevivir justificando siempre el fin por encima de los medios.
  • La historia de la hija del general también es narrada en tercera persona pero con un tono mucho más tierno, que nos muestra el lado más humano de quien no quiere ajustarse al yugo del poder porque lo conoce desde dentro, aunque lo ama. Este personaje es el más complejo, dividido e interesante.

Aquí vemos cómo a cada personaje se le da su protagonismo sin que ninguno destaque por encima del otro, y es que esa es una de las cosas de las que tienes que tener cuidado al escribir una novela coral, que haya un equilibrio entre los protagonistas para que todos estén a un mismo nivel.

Como buena novela coral, toda esta amalgama de personajes forma un puzzle en el que cada pieza cuenta y nos permite entender la historia de una revolución que marcó a una generación y que fracasó porque intentó cambiar solo a la cúpula del poder cuando la corrupción estaba en todas partes.

4. Múltiples maneras para ir entretejiendo una historia compleja.

En el caso de la revolución de Egipto, se trata de una historia muy dura en la que somos testigos de las torturas y las mutilaciones de miles de jóvenes que soñaron con un futuro mejor para su país. Cuando terminé de leerla, me quedé destrozada y necesité buscar más información, conocer qué quiso el autor al escribirla, puesto que era evidente que todo estaba basado en hechos reales.

Leyendo, leyendo, encontré una entrevista en la que Al Aswani confiesa que no tuvo intención de escribir una novela para cambiar la situación política:

“La novela nos cambia a nosotros. Nos enseña que somos diferentes, pero básicamente humanos. Los lectores afectados por la novela sí serán capaces de cambiar la situación”.

Ahí tenía, por fin, la respuesta a mi pregunta, la transformación posible y real de los personajes hace cambiar a las personas, porque el autor de La republica era esto hace una afirmación que me devuelve la esperanza.

«Ni una sola revolución fracasó en la historia. La revolución es un cambio cultural, no un cambio político. La gente piensa diferente después de la revolución, y este cambio cultural es irreversible. La revolución egipcia conseguirá cambios políticos. Necesitamos tiempo”.

Si toda novela habla de un cambio, la novela coral habla de múltiples cambios, ya que cada protagonista tiene su propio arco de transformación. Por eso no son sencillas de escribir, ya que la evolución de los distintos personajes tiene que ir intercalándose de manera que no ocurra en todos a la vez ni de la misma manera, sino que se vaya sucediendo con equilibrio y coherencia (en relación con la forma de ser de cada uno y cómo les afectan los hechos).

Para conseguir ese equilibrio hace falta una estructura narrativa sólida, como en toda novela, pero en el caso de las novelas corales, más aún, si cabe, ya que, de no tener claras las etapas (planteamiento, nudo y desenlace) y los puntos de giro de cada personaje, es posible que te quede desequilibrada. Para eso te será muy útil utilizar una escaleta.

No cabe duda de que La república era esto está prohibida en su país. Démonos cuenta del privilegio de la libertad de expresión y ejerzámoslo leyendo esta novela y dándola a conocer porque la historia de una revolución es la historia de todas y quizá podamos aprender de los errores.

Y bueno, mi manuscrito algún día dará otro fruto, yo también necesito tiempo. Mientras tanto, a seguir aprendiendo de la lectura.

¿Y tú, tienes algún manuscrito en el cajón? Cuéntame, ¿cuál es su historia?

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