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Cómo escribir una novela

Cómo escribir una novela

Técnicas literarias

Desde que te vas adentrando en las técnicas narrativas, empiezas a darte cuenta de que la lectura deja de ser un pasatiempo para convertirse en una mina de recursos literarios

Al principio sólo eres capaz de pensar: “ojalá yo pudiera escribir así”, “¿cómo habrá hecho esto?” Pero poco a poco, te vas dando cuenta de que hay claves de escritura creativa que te enseñan cómo escribir una novela o un relato

Hasta que un día ves que las novelas son profesores de escritura creativa silenciosos que guardan cientos de secretos listos para que los desentrañes. 

Sin embargo, no es tan fácil acceder a ellos. 

A menudo ves muchas cosas y no sabes cómo sacarle el jugo a todo lo que ofrece un/a novelista o escritor. Además, aunque hay maestros y maestras que destacan en todo, suele ocurrir que, de cada uno, puedes extraer una enseñanza concreta. Por ejemplo, a Salinger siempre lo usan de ejemplo en los talleres de  escritura creativa y de novela para enseñar los diálogos, Flaubert destaca en las descripciones, Dostoievsky es un genio en la mirada psicológica, etc. 

Por eso en el post de hoy vamos a ir desgranando los elementos que necesitas para aprender cómo escribir una novela

En cualquier caso, hay ciertos aspectos que hay que establecer en toda novela o relato y en los que puedes fijarte, leas lo que leas, para aprender distintas técnicas de escritura creativa.

‘’Descubre cómo la lectura atenta de otros escritores te puede dar muchas claves para ser novelista’’

1.Un buen protagonista

 Salvo excepciones, el protagonista de una novela o de un relato es una persona que quiere conseguir algo que, por alguna razón,  no es tan fácil de alcanzar. La construcción de este personaje principal es un factor clave para que funcione la novela. Una historia que no tiene un protagonismo claro se irá diluyendo. 
Cabe decir que lo que hago aquí son afirmaciones generales para la novela clásica y contemporánea, pero puede haber novelas experimentales, como Lo demás es aire, de Juan Gómez Bárcena, que no sigan alguna de estas recomendaciones y que, aún así, funcionen, y es que siempre hay excepciones a las reglas.

También hay novelas que tienen varios protagonistas porque el relato se construye a través de sus distintas voces; es lo que se denomina la novela coral. En ella no se narra sólo la transformación de un protagonista sino de todo un pueblo. 

Y es verdad que puede haber un co-protagonista, que será alguien muy cercano al protagonista, con el que se transformará a la vez. 

Pero, por lo general, sobre todo si estás empezando, busca un protagonista atractivo, del que te apetezca hablar, que tenga contradicciones, con el que te quedarías charlando hasta el amanecer. Fíjate en las novelas que te gustan, ¿a que te da la sensación de que conoces, de algún modo, a esos protagonistas? Cuando leas, fíjate cómo está construido el personaje y te dará muchas ideas. 

(Si te interesa profundizar más en cómo crear un buen protagonista haz clic en el enlace.)

Ana Karenina (de la novela homónima), Holden Caufield (de El Guardián entre el Centeno) o Ismael (de Moby Dick) son personajes míticos que parecen de carne y hueso porque son muy humanos, están llenos de defectos y virtudes, los vemos moverse, escuchamos su forma característica de hablar, y sobre todo, tienen el siguiente elemento a tener muy en cuenta para saber cómo escribir una novela

2. El conflicto

No hay historia sin conflicto, fíjate a partir de ahora cuando leas novela o relatos y te darás cuenta. Todos los protagonistas tienen problemas. Si no, ¿de qué iba a ir la historia? Para comer perdices primero hay que dejarse los piños. 

¿Y qué es un conflicto? Pues es el resultado de una ecuación. Tranquilos, a mí no me gustan las matemáticas, es sencillo hasta para mí: 

CONFLICTO = DESEO DEL PROTAGONISTA + ANTAGONISTA

Es decir, que el protagonista quiere algo pero existe uno o varios antagonistas que no quieren que lo consiga y que se lo van a intentar impedir por todos los medios. Y eso nos lleva al tercer elemento: 

3. El antagonista

A veces es una persona, otras veces es la sociedad entera, y en otras ocasiones puede ser el propio protagonista, cuyo subconsciente se la juega. Los fenómenos naturales, las guerras, las pasiones “mal dirigidas”… 

Hay muchos tipos de antagonistas, fíjate en ellos a la hora de leer porque todos tienen una cosa en común: hacerle la vida imposible al protagonista, ¿para qué? 

Ellos no lo saben pero, en el fondo, es para algo muy importante en novela: 

4. La tensión narrativa

Conoces esa sensación cuando sientes que un libro se te pega a las manos, ¿verdad?

Cuando eres capaz de hacer que reviente la vejiga antes que dejarlo, o permitir que el libro te acompañe al baño, ¿a que sí? Pues eso se consigue gracias a la tensión narrativa. Se trata de una estratagema que tenemos los novelistas para hacer que la novela se vaya poniendo cada vez más interesante. 

Hay muchas maneras de lograrla, se puede alcanzar sacando una pistola que luego alguien disparará, poniendo una cuenta atrás en una bomba, situando a dos personajes entre los que hay una buena dosis de tensión sexual, siendo ambiguos o creando una atmósfera absorbente, entre otras estrategias de tensión dramática, pero lo importante es que todas encienden una pregunta

5. La pregunta dramática

Cuando empieces a leer te vas a dar cuenta de que, a las pocas páginas, ya te estás preguntando alguna cuestión del tipo: ¿conseguirá este personaje encontrar al autor del crimen?, ¿logrará esta mujer su sueño de ser cantante?, ¿se librará este indio de las garras de los cow-boys?, ¿encontrará el tesoro aquel pirata? Y por eso no puedes parar de leer, porque los humanos somos curiosos por naturaleza y eso los escritores lo sabemos. 

Si quieres escribir novela o relato, tendrás que pensar qué quiere tu protagonista, quién se lo va a impedir y cómo lo vas a plantear en las primeras páginas del manuscrito para que, desde el principio, el lector se pregunte si tu personaje logrará lo que busca.

Esa es la pregunta dramática: ¿conseguirá el protagonista lo que desea?

La respuesta, al terminar de leer la novela, puede ser sí, no, o tal vez, es decir, que el final puede quedar abierto pero, aún así, queda de algún modo sugerido hacia dónde caminará el personaje, si hacia conseguir su objetivo o a rendirse. Hacia dónde irá es la pregunta dramática que dispara todo el engranaje narrativo de tu novela. 

¿Engranaje narrativo?, ¿por qué uso esos palabros? Porque una novela es como un reloj por dentro, el lector solo ve la hora (la historia) pero tú tienes que entender cómo está montada, qué piezas encajan dónde y cómo. 

Es lo que se llama: 

6. La estructura de los textos narrativos

Hay historias que empiezan un día y terminan al año siguiente, o a los tres años, pero están contadas de forma lineal, sin saltos temporales. Pero lo normal es que, para atraer la atención del lector, el escritor se plantee cuál es la forma más interesante de narrar los hechos. 

Al principio, en las primeras diez páginas, o atrapamos al lector, o todo nuestro esfuerzo habrá sido en vano porque abandonará la lectura de nuestra novela. Si se trata de un relato, en los primeros párrafos te la juegas. Para eso se suele escoger algún hecho interesante, algo que deje en vilo o que plantee una pregunta, como decíamos antes. Y esos acontecimientos no siempre aparecen al inicio de la historia, puede que estén en medio, al final o en cualquier punto de la línea temporal.

El orden en el que se sitúan los acontecimientos de la historia es lo que se denomina la trama.

Desde ese punto (que puede estar en cualquier punto temporal de la historia), iremos dando saltos hacia atrás (flashback o analepsis) o hacia delante (flashforward o prolepsis) y de esa forma iremos montando el puzzle de la historia.

Uno de los maestros en saltar en el tiempo es Gabriel García Márquez que, en  Crónica de una muerte anunciada empieza por el final y pasa toda la novela dando saltos temporales. ¿Y para qué tantas vueltas? ¿Cuál es el objetivo de contar una historia? 

7. La transformación del protagonista

Toda novela o relato cuenta cómo un protagonista que se lanza a conseguir algo termina transformándose de un modo u otro. 

Empieza su historia en A y, cuando llega hasta B, ya no es el mismo que empezó en A. El cambio puede ser a mejor o a peor, pero tiene que haber cambio. Si no, habrán pasado muchas cosas, diferentes anécdotas pero no olvides que un conjunto de anécdotas no conforma una novela ni un relato. Si no narra una transformación, en el fondo, no es una novela ni un relato, al menos no como los entendemos hoy día (siempre dejando fuera las novelas o relatos experimentales, en los que no entro aquí). 

Todos esos cambios que va a sufrir nuestro personaje principal se producen, no solo por el conflicto, sino también porque en él o ella influyen la época y el lugar en el que ocurren los hechos. 

8. El tiempo narrativo

Cuando lees, ¿te has fijado en cómo nos damos cuenta del paso del tiempo? 

Siempre sabes en qué época está situado el protagonista, en qué momento del año está ocurriendo todo, cuánto tiempo ha pasado desde una escena hasta la siguiente. Y, por lo general, el autor o la autora no están todo el rato recordándonos detalles como la fecha o la hora. Entonces, ¿por qué tenemos la sensación de que hay una especie de reloj narrativo que nos impide perdernos dentro de la historia? Pues porque lo hay, pero es invisible. 

A partir de ahora, cuando leas, fíjate en las referencias temporales porque son muy sutiles y no siempre se refieren al tiempo. Basta con decir que un personaje está cenando en España para que sepamos que son entre las nueve y las once de la noche, mientras que si es del norte de Europa, posiblemente sean cerca de las siete de la tarde. 

Todo lo relativo a nuestras costumbres, a los fenómenos atmosféricos que marcan el paso del día o de las estaciones, a determinados ruidos o ambientes, nos va orientando en una brújula que, como escritor, no puedes descuidar. Dickens, por ejemplo, jugaba con el tiempo como le daba la gana, en Un cuento de Navidad y, sin embargo, nunca nos perdemos porque sabe ir dejándonos pistas. 

En ese caso los saltos no son sólo temporales, sino espaciales. 

9. El espacio narrativo

Pocos recursos hay tan potentes como la elaboración del espacio narrativo. 

¿Cómo?, ¿el espacio se elabora? Eso es. 

Seguro que, al leer una descripción de un escenario, te ha parecido hermoso, inquietante o aburrido, pero ¿te has parado a relacionarlo con el estado de ánimo del personaje o con el ambiente que se quiere crear para la escena? ¿Por qué siempre caen las tormentas en los momentos más dramáticos de las novelas o por qué el sol abrasa en el momento en que el protagonista más perdido está, como en El extranjero de Camus? Pues no, no es coincidencia.

 El espacio en el que ocurren los hechos influye mucho en la historia. Por muy bonito que sea un paisaje, si el personaje está triste porque se ha muerto su esposa, seguro que no se fijará en las flores sino en las sombras oscuras que proyectan las piedras. Y hasta en la lluvia más intensa uno puede cantar si le tamborilea el corazón de alegría. Por eso es bueno fijarse, cuando leamos descripciones de lugares, cómo afectan al estado de ánimo de los personajes y cómo ayudan a generar las atmósferas a las que el autor nos quiere conducir. 

Como ves, todos los elementos de una novela o de un relato contribuyen a contar una historia de una transformación en un lugar y un tiempo determinados pero ¿por qué?, ¿de qué hablan, en el fondo, las novelas?

10. Temas para escribir una historia

Si tienes hijos y te gusta contar cuentos, conocerás el poder de las historias. 

Puedes decirle a un niño cien veces que haga algo pero si le cuentas un cuento en el que el protagonista aprende a hacerlo por sí mismo y entiende el objetivo, ya puedes estar seguro de que, al día siguiente, el niño, al menos, lo va a intentar. Por eso, tal vez, empezamos a contarnos historias alrededor de una hoguera, para entender el mundo. Y por eso seguimos contándolas, porque hay temas que no se agotan nunca y sobre los que necesitamos reflexionar una y otra vez a lo largo de los siglos. Porque uno, al final, cuenta una historia para hablar de un tema que le preocupa. 

Tú puedes contar miles de historias, seguro que te han dicho: “tú que escribes tan bien, de aquí sacas una novela” y te has quedado con una sonrisa tonta en la cara, como pensando, pues sí, pero no sabría cómo. ¿Por qué? Porque, en el fondo, no te interesa el tema. 

El tema es el asunto sobre el que la historia te hace reflexionar. Se parece a la moraleja pero no lo es. En una moraleja queremos que el niño saque una lección muy clara. En un tema sólo queremos contar una historia que trata sobre algo (el poder del amor, el paso del tiempo, la fuerza del destino) y que el lector se quede pensando sobre eso, cuando cierre el libro. 

Hay novelas cuyo objetivo es entretener y que no tienen un tema de fondo, son más bien un conjunto de peripecias. Pero desde que un protagonista se esfuerza por conseguir algo y se transforma en el proceso, ya hay algo que ha aprendido (bueno o malo) y la reflexión sobre ese algo constituye el tema; es el trasfondo, no se explicita, sino que está implícito, te hace pensar, te enriquece, es el tesoro escondido del libro, la gema que puedes extraer de él. Hay temas más banales y otros más profundos, que te pueden hacer cambiar incluso tu modo de ver la vida. A mí me ocurrió con Franny y Zooey, de Salinger, cuyo tema es el ego y cómo nos afecta, y que me ayudó a pensar sobre mis propias motivaciones a la hora de crear o de relacionarme. 

Pero todas estas historias las ha de contar alguien, que no eres tú, como autor, sino un ser hecho de palabras: 

11. El narrador en una novela

Resumiendo mucho, las historias nos las puede contar: 

  • El protagonista en primera persona.
  • Un narrador en tercera persona.
  • Un narrador que le habla a alguien en segunda persona.

Sea primera, segunda o tercera persona, cada uno tiene diferentes variantes que, en definitiva, buscan transmitir la historia de la forma más efectiva posible. 

Si quieres contar la historia de todo un pueblo, sería complicado hacerlo desde una primera persona que no tendría acceso a mucha de la información que quieres contar, de forma que, en ese caso, lo más acertado sería elegir una tercera persona que cuente las cosas desde fuera, como si fuera la voz en off de una película. Mientras que, si por el contrario, quieres que el lector entre en la cabeza del protagonista porque tiene una visión muy particular de las cosas, ahí sí que tendría sentido que lo contara el propio protagonista desde su propia voz, como en Historia de un idiota contada por él mismo

Hay otras estrategias intermedias en las que un narrador en tercera persona se mete, de vez en cuando, en la cabeza del protagonista para que así podamos ver lo que hay dentro y lo que hay fuera, como en Una casa de verdad, de Ianire Doistua

También hay novelas corales que tienen más de un narrador, como el caso de La república era esto, de Alaa Al Aswani, o Patria, de Fernando Aramburu, en las que el autor elige este collage de voces para que el lector pueda acceder a una multiplicidad de visiones que construyen el conjunto de la historia. Suelen usarse para hablar de la historia de conflictos complejos, para entender los distintos puntos de vista. 

El tema de los narradores es todo un mundo que puedes ir explorando con cada novela. Fíjate siempre en quién narra y cómo lo narra y pregúntate por qué el autor o la autora han elegido ese narrador y no otro. Eso te ayudará a la hora de elegir tu propio narrador/a. Y si no funciona, no te preocupes, no serás el primero que ha cambiado de narrador al darse cuenta de que eso era lo que no terminaba de encajar en su historia. 

12. Los diálogos literarios

Cuando una persona habla, dice mucho de sí misma. Con sólo una frase ya podemos saber de dónde es alguien por su acento, cuál es su estrato social (por la jerga que utiliza), e incluso si es una persona nerviosa o tranquila, por la velocidad a la que habla. Los escritores no han ignorado este recurso tan útil y, desde que se comenzó a escribir novela, se usa para dar verosimilitud y tensión a los textos narrativos.

No obstante, cuando un amateur empieza a escribir diálogos, suelen quedar muy poco naturales, como acartonados, y no sabe por qué. Eso ocurre porque pensamos que escribir un diálogo consiste en reflejar el habla tal cual se dice. Nada más alejado de la realidad.

Los diálogos de las novelas y relatos son artificios literarios, es decir, dan la sensación de que son diálogos pero no reproducen de forma exacta todo lo que dice la gente porque sería soporífero. Cuando hablamos, repetimos las cosas muchas veces, no acabamos las frases, damos cien vueltas a lo mismo. Si reprodujéramos los diálogos tal cual tienen lugar en la vida diaria, las novelas serían infumables.

Por eso, los diálogos en las novelas y relatos van al grano, buscan el momento de mayor interés y reflejan sólo eso. Intentan, además, decir las cosas de formas sugerentes, es decir, de manera que el lector se pregunte: ¿qué ha querido decir con eso?

Los diálogos tienen, además, sus propias normas a la hora de escribirse y es importante conocerlas y respetarlas para poder escribir una novela.

 

Conclusión

Y es que sí, son muchos elementos y todos tienen que encajar aunque casi nunca lo hacen a la primera. 

Hace falta mucho ensayo y error, no viene nunca mal y, a veces es necesaria la guía de un profesor/a de escritura creativa o de novela pero, como hemos visto, la lectura atenta y concentrada puede ser tu aliado crucial a la hora de ir siendo cada vez mejor escritor o escritora. 

A ti, ¿qué novelas o relatos te han ayudado a escribir mejor?, ¿qué elementos te diste cuenta que mejoraron tu escritura?

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