Pequeña criatura de los mundos celestes:
Espero que me escuches,
deseo que me escuches como, al rezar, deseo
que lo haga mi Dios.
Yo sé que estás ahí,
has de prestarme oídos
y aprender la canción
de mi voz temblorosa.
Aunque sea invisible,
mi vibrante ternura
habrá de ser primera en conocerte.
Será mi mensajera,
mi novicia ocasión de envolverte en mi arrullo
la que luego te guíe a mis brazos de agua temerosa.
Necesito que oigas mis palabras de espuma
muy antes de que sepas lo que son las palabras,
antes de que imagines mi boca ni mis labios
quiero que tus oídos
-diminutos ocasos transparentes-
se empapen de una música
que te daré con calma
y habrá de protegerte, para siempre, del odio.
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