
—¿De qué departamento ha dicho que viene?
—De la Entidad Intermedia.
—¿Y cómo la han podido mandar aquí?, ¿es su primer día?, ¿se ha perdido?
Cuanto más intentaba explicarse B, más la liaba.
—Esto es muy irregular –concluyó el hombre.
—¿Le importaría ayudarme a recoger las firmas para este informe?
—El Procedimiento no es así, pero bueno, ya que está usted aquí, déjeme ver.
Estuvo un rato arrugando y desarrugando la calva con los papeles delante de las gafas.
—Aquí hay un problema con la justificación del personal, ¿no lo ve? –dijo, señalando los papeles–, hay incorrecciones en las «eses», señorita.
Siempre la llaman señorita y B dice que le da reparo corregirlo, pero creo que lo que le encanta es parecer más joven de lo que es.
—¿Y cómo se puede solventar?
—Vaya a Tesorería, a ver –dijo el Sr. Martínez Espátula dando un bufido y señalando la puerta con la mano.
Cinco vueltas y ocho rugidos de estómago más tarde llegamos a Tesorería. Todo estaba lleno de mujeres con caras blancas de luz cibernética trabajando en mesas enanas. B se acercó de puntillas a una de ellas, torciendo el lado izquierdo del labio hacia abajo.
—Perdone –dijo, como si fuese a pisar una mina antipersona.
La mujer se giró, nos miró sin mirarnos, y siguió a lo suyo. Me quedé observándola porque llevaba un vestido cuatro tallas más pequeño y los labios pintados como la mujer-pulpo de La sirenita. B, de todas formas, le contó el problema y