LA DOBLE B

CAPITULO I

LA ENTIDAD INTERMEDIA

La ciudad se colapsó. Por supuesto, la mujer del tiempo no había avisado de aquel cambio repentino la noche anterior. Además, estaban cayendo cuatro gotas y, como parece que a la gente la lluvia le da urticaria, todo el mundo decidió desplazarse a cuatro ruedas. Habíamos subido al autobús, como siempre, con falda, tirantes, rebequita y sandalias, así que llegamos al trabajo con los dedos de los pies como si hubiéramos escalado el Aconcagua.

Al entrar en la oficina –una hora y cuarto más tarde–, ya estaba Pili esperándonos con el recado de que teníamos una llamada urgente de la jefa. Yo le dije a B que eso de urgente era relativo y que era mejor desayunar primero, pero ella se fue al teléfono a marcar el número de la delegación.

—Que no te-tengas que fi-fi-fichar no no significa pues que puedas lle-llegar cuando te te te dé la gana –dijo la jefa de la delegación con la voz más seca que el Siroco.

—Estaba en un atasco.

—La próxima bu-búscate una una e-excusa un po-poquito ma-más original.

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